FUNERAL DE CEBRIAN (29 de noviembre de 2007)


Nadie muere del todo mientras haya alguien que recuerde su vida y pronuncie su nombre con respeto. En esta iglesia somos cientos los que hoy, en la víspera de su cumpleaños, le recordamos y tan solo somos una pequeña parte de las miles de personas que nunca van a olvidar que por la Tierra un día pasó fugazmente un ser de luz llamado Juan Antonio Cebrián.


Y ahora te hablo a ti, Juan Antonio, porque sé que me estás escuchando. Sabías que a los 41 años se puede vivir una vida entera si se sabe vivir con plenitud. En nuestros recorridos por España, en nuestras presentaciones de libros, en congresos o en tu misma casa me has hablado de grandes aventuras y de personajes que dejaron su huella en la historia. Si ellos me han importado es porque tú los hacías importantes, engrandecías a los personajes históricos que retratabas y hacías mejores a las personas que te rodeaban.


Pero ningún pasaje de la historia podrá igualar jamás tu propia trayectoria vital. Muy pocos han hecho tanto a tan temprana edad, muy pocos han ilusionado, fascinado, divertido y espoleado la curiosidad como tú lo hacías cada noche con esa familia rosaventera que en su día creaste y que ahora añora tu ausencia y que ahora alimenta la llama de tu recuerdo.


Uno de tus personajes más queridos, Badem Powell, el fundador del movimiento scout, dijo en cierta ocasión que había que intentar dejar este mundo un poco mejor de cómo lo habíamos encontrado porque cuando nos llegue la hora de morir, podremos entonces morir felices sintiendo que de ningún modo habremos perdido nuestro tiempo. Y a fe, querido Juan Antonio, que tú no has perdido el tiempo y has seguido al pie de la letra tan sabio consejo dejándonos un mundo un poco más tolerante y un poco más hermoso.